Hola preciosa...
Aún me tiemblan las rodillas y se me aceleran las pulsaciones cuando recuerdo cada instante de esta noche. Me he llevado un grato regalo y el privilegio de compartir momentos tan entrañables como intensos contigo. He disfrutado cada rincón de ti, de tu tacto, olor y sabor y aún se me eriza la piel cuando recuerdo tus besos, tu aliento, tus suspiros y el placer cuando estaba al borde del orgasmo.
Esta mañana, al recoger, no he podido evitar abrazarme a tus rodillas y besar tus manos, me hubiese quedado el día entero así mientras la luz temprana entrando tímidamente en tu apartamento nos acariciaba.
Es por eso que en cuanto vi tus ojos risueños por primera vez supe que íbamos a conectar, y me reafirmé cuando nuestros dedos se entrelazaron en el autobús camino a tu casa.
Recuerdo en el sofá de tu apartamento admirar lo bien que te sentaba la camisa y mi mente desconcertada, no sabía muy bien qué hacer con el café en una mano y el vaso de cerveza en la otra, por suerte, nos miramos, y de este modo nació nuestro primer y ansiado beso.
Seguimos besándonos, juntamos nuestras lenguas y cuerpos ya desnudos, noté la humedad de tu sexo mezclarse con el mío, de pronto decidimos cambiar de escenario, me levantaste con tus fuertes brazos y sin dejar de besarme me llevaste hasta la cama.
Acariciar tu tonificada espalda me subía la adrenalina y las pulsaciones, mientras que tus dedos dentro de mí y nuestros besos salivados me abocaron al primer orgasmo de los múltiples que estaban por llegar. Me encantó besar y oler tu cuello, acariciar tu pelo, besar tu nariz y tu frente mordisquear tus orejas, lamer y hundir mis dedos en el interminable depósito de flujo que habita dentro de ti.
Fue una tarde intensa llena de emociones y sentimientos a flor de piel, me embelesaba ver como tus dedos hábiles liaban aquellos cigarrillos que luego compartíamos y tengo grabada en mi retina tu imagen desnuda, sentada en la silla, impasible al frío y fumando, ese recuerdo formará a ser parte de esas imágenes que alguien dijo que pasan por la mente antes de morir.
Qué bonito compartir la cena contigo para coger fuerzas, compartir la ducha, contemplarte mientras meabas desnuda o sentir tus manos mientras hidratabas mi rostro.
Después de jadeos, gemidos y respirar juntas, acabamos exhaustas, sudadas y abrazadas después de tu orgasmo. Tantas emociones me vencieron y ayudaron a conciliar el sueño de vez en cuando interrumpido por tus murmullos adormilados.
Así viví la noche junto a ti, aliñada de zumo de mandarina, con toda la energía del anacardo y sabor a coco con chocolate.
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